Aguantar todo el embarazo sin saber el sexo del bebé para una persona impaciente es una prueba de amor. Os lo digo yo. Nada más enterarnos de que estaba embarazada, #papabitxo me dijo: No quiero saber el sexo del bebé. A mí en un primer momento, se me quedó cara del emoticono con los ojos salidos y los pelos de punta en color azul.
Después de hablarlo y de ver que le hacía mucha ilusión, pensé ¿Por qué no? ¿Por qué hay que hacer las cosas como siempre? Al final era nuestro primer hijo o hija, nos daba igual lo que viniera y me acabó pareciendo hasta divertido.
Lo primero que hicimos fue discutir sobre los nombres pero lo tuvimos claro: Olivia si era niña y Lucas si era niño. Esto fue fácil ya que ambos nombre nos encantaban. Aunque cuando le hablábamos en la barriga le llamábamos bitxito, al menos tenerlo decidido para cuando naciera.
Luego vino la analítica del ADN de mi sangre. En ésta, a parte de todas las malformaciones genéticas, ya te dicen el sexo del bebé. Aquí pedimos que por favor, una vez recibieran los resultados, lo tacharan. Aun así como no estábamos muy convencidos de que se acordaran, una vez los recibimos, se lo dimos a una persona de confianza que lo mirara antes que nosotros. Y efectivamente, nos hicieron el favor, seguíamos sin saberlo. ¡Qué emocionante!
Entonces empezaron todas las ecos donde ya se podía ver el sexo. Nada más llegar a la consulta de mi médico, se lo recordábamos por si acaso. Una vez ya estirada y cuando se acercaba el momento de poder verlo, nos teníamos que girar cada vez que el médico nos avisaba. Era increíble oír su corazón y a la vez, ver los ojos brillantes de #papabitxo, como si fuera un niño pequeño.
Mientras tanto, como os explicábamos aquí, fue muy divertido las mil y una respecto si era niño o niña. Encontramos muchas teorías para saberlo en función de mi barriga, mi cara, mis labios, si estaba más o menos guapa…La misma teoría podía servir para ambos sexos.
Gracias a la diversificación del rosa y el azul para bebés, pudimos encontrar ropita de primera puesta en tonos blanco, verde, gris y amarillo. Fue entretenido ir buscando cosas distintas y darte cuenta que casi todas las tiendas han evolucionado en este sentido. Lo mismo pasó con la habitación y el cochecito, buscamos cosas neutras pero bonitas para nuestro bitxito.
Y así llegamos hasta el día del parto. Nerviosos por el momentazo en sí y por saber si era un bebote o una bebota. Nada más entrar a quirófano lo volvimos a decir: por favor no nos digáis que es hasta que nos lo deis. Y así fue, lo sacaron, empezó a llorar, lo taparon y nos lo acercaron. Las comadronas nos preguntaron ¿qué creéis qué es? Papá dijo un niño y yo una niña. Le sacaron el pañal y ¡¡¡tachán!!! Un niño tan tan precioso y tan tan grande (4kg 50gramos) que casi morimos de amor.
Os animamos, si tenéis la oportunidad, a vivir esta experiencia. Es una sobredosis de emoción, diversión y nervios que al final merece la pena.
Un beso,